noviembre 23, 2024

Por Rafael Cardona

Nadie sabe si la recurrencia del elogioso discurso indigenista de nuestro señor presidente es veraz o se trata de una rentable impostura en pos del favor y la gratitud de algunos grupos étnicos –con los cuales dice estar identificado–, y cuyo sufragio cultural y gratitud resultan tan necesarios como los votos de sus devotos.

Pero sea como sea los habitantes de los pueblos originarios, tan distintos entre sí como para agruparlos todos –más de 60 etnias con sus respectivas lenguas–, bajo una única simbología del orden –EL Bastón de Mando—son una presencia constante en el justiciero discurso presidencial.

El indigenismo –a fin de cuentas– es un error axiológico: le otorga un valor distinto a quienes pertenecen a las comunidades cercanas a la originalidad ya perdida, en detrimento del mestizaje de la mayoría de nuestra población. La exaltación ciega y fervorosa, sin requisito de ninguna especie, del indígena es tan injusta como su exclusión o su confinamiento en los linderos del infradesarrollo, así se quiera presentar como una tardía reparación de los daños y los expolios cometidos a lo largo de los siglos.

Hoy ya quedan muy pocos pueblos “puramente” indígenas. Son comunidades pobres, alejadas y confinadas a la orilla de la carretera de un progreso ilusorio, del cual ellas nunca han sido beneficiadas.

Pero una cosa es perseguir la legítima compensación histórica y otra usarlos como bandera de identidad nacional. Peor aún, como estandarte político. Ningún grupo tiene ese derecho. Ninguno tiene esa identidad.

El privilegio de los mexicanos es ser mexicanos todos, sin distinciones étnicas ni extravagantes purezas inexistentes.

Y por extraño como parezca, la reciente e inapropiada utilización partidaria del señor presidente del mítico “Bastón de Mando” de uno de tantos grupos, para legitimar la continuidad de un movimiento político alejado completamente de la visión indígena, como talismán de la legalidad partidaria, derivada no de la respetable leyenda sino de la confusión entre  el bastión morenista, con el bastón mixteco, generó molestia entre los propios “homenajeados” quienes se sintieron ofendidos por la irrespetuosa utilización político-electoral de su símbolo sagrado.

Y así le respondieron al presidente, en su cara y en su Palacio el 19 de septiembre:

“…Licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. De igual forma, saludo a todos los presentes y a los que me escuchan, deseando a todos que su sol brille intensamente en cada momento de su existencia y que la oscuridad de la noche ilumine su ser interior. Son mis mejores deseos”, le dijo Santiago Ortela Sarmiento, médico tradicional olmeca…

“Soy su servidor y amigo (…) del pueblo mazateco de San Miguel Soyaltepec Temascal, Oaxaca, la región del Papaloapan, del Nahuilt Papalotl, o ‘cuatro mariposas’. Soy médico de la tradición olmeca y vengo practicando la medicina ancestral de nuestros viejos abuelos desde que tengo memoria.

“Señor presidente:

“Me dirijo a usted con todo respeto para decir que su servidor fue el que le entregó el bastón de mando que representa los 68 pueblos originarios de México y afromexicanos mediante una ceremonia sagrada olmeca el 1º de diciembre de 2018 en la Plaza de la Constitución al inicio de su mandato como presidente de la República mexicana.

“Quiero decirle con todo respeto, que EL BASTÓN DE MANDO ES UN INSTRUMENTO SAGRADO DE CONCIENCIA, una conciencia para llevar al ser humano a una conciencia evolutiva para vivir en paz y armonía con nuestra madre naturaleza.

“El bastón debe sacralizarse pidiendo permiso a los viejos abuelos de las tradiciones sagradas, a los abuelos guardianes del universo y los centros ceremoniales ancestrales. Como representante de las tradiciones ancestrales, quiero decirle que el bastón de mando no es cualquier instrumento y NO SE DEBE DE USAR, COMO HE VISTO EN LAS REDES SOCIALES, SIN EL CONSENTIMIENTO DE LOS GUARDIANES DE LAS TRADICIONES SAGRADAS. PARA NOSOTROS ES UNA OFENSA.

“Nosotros, como guardianes de las tradiciones sagradas, tenemos el compromiso de velar los intereses de nuestros pueblos porque el pueblo manda en formar la culminación de su mandato, poner al tanto la culminación de un ciclo de un gobernante.

“El bastón de mando deberá regresar, de igual forma, mediante un ritual sagrado, para cerrar el ciclo a los representantes quienes se encargaron de entregarle este bastón en tiempo y forma, cumpliendo con la ley de reciprocidad de nuestra cultura, dar y recibir, agradeciendo a los abuelos guardianes de las tradiciones sagradas de México.

“Ahora que culmina su mandato, el cetro sagrado deberá colocarse en una vitrina especial dentro de Palacio Nacional y la persona que asumirá el mandato del nuevo ciclo recibirá el bastón, de igual forma, como símbolo de servicio, de identidad, de compromiso con el pueblo de México.

“Ese es el valor simbólico que tiene este acto. El bastón de mando se entrega al inicio de un ciclo, de un mandato y culmina, y regresa al culminar este ciclo, en este caso el inicio del mandato de la nueva presidenta.

“Esto es lo que quería comentarle, señor presidente, con mucho respeto”.

Posiblemente don Santiago no pudo expresar correctamente lo profundo de su sentimiento ofendido.

El bastón ya dicho le fue entregado al presidente de la República como símbolo de reconocimiento al poder Ejecutivo derivado a la Constitución. No se lo entregaron a un jefe de partido. Se lo dieron (en custodia, según dicen ahora con el asunto de la futura vitrina en el Palacio Nacional), como reconocimiento de una autoridad derivada de la Constitución, a la cual ellos se allanaron. O se plegaron o aceptaron, como se quiera.

Pero la cesión del cetro a otra persona a la cual se le quieren trasladar poderes mágicos o compartir un objeto sin significado espiritual como dijo Don Santiago, como si fuera un trofeo o un “souvenir”, una artesanía de mercado para gringos ha sido considerado una ofensa en el corazón de los mazatecos. Y posiblemente de otros grupos indígenas más.

Esta falta de sensibilidad me devuelve a las primeras líneas de este texto. ¿…el discurso indigenista de nuestro señor presidente es veraz o se trata de una rentable impostura en pos del favor y la gratitud de algunos grupos étnicos –con los cuales dice estar identificado–, y cuyo sufragio cultural y gratitud resultan tan necesarios como los votos de sus devotos”.

Si se trata de lo segundo, le ha fallado como demuestra esta pública y sentida reclamación, cuya explicación no vale la pena repetir. Si se trata de lo segundo, también.

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