Cada quien su Aburto
Por Rafael Cardona
Desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio hemos escuchado la más grande cantidad de versiones, interpretaciones, confusiones de identidad, injusticias, desviaciones, investigaciones mal hechas, peor abandonadas y demás exhibiciones de confusión o chambonería, excepto en el trabajo concluyente de Luis Raúl González. Todo lo demás, una pifia colectiva.
Aburto ha sido multiplicado él mismo, tanto como las versiones de los hechos y sus posibles beneficiarios (se llegó a decir, hay seis Aburtos), así como de quienes resultaron dañados o beneficiados por el balazo de Lomas Taurinas.
Y digo el balazo porque después del tiro a quemarropa en el cráneo, todos los demás disparos, hayan sido de un segundo o tercer tirador, ya no tienen relevancia.
Parece mentira, pero hasta personas inteligentes han incurrido en bobadas como esta, sobre todo ahora cuando de manera interesada la Cuarta Transformación quiere actualizar el caso –a través de una falsa discusión por la libertad del criminal–, para exhibir en tiempos electorales la intrínseca maldad de los tiempos del neoliberalismo, capaz de asesinar a sus propios hijos predilectos. La leí ayer en el diario Milenio y es de carcajada.
“Me pregunto –dice el intrigado articulista–, qué diría una encuesta diseñada para averiguar cuántos años de prisión merecería Mario Aburto, el asesino confeso de Luis Donaldo Colosio.
Analicemos la primera idea. Si a eso se le puede llamar idea.
¿Tiene algún caso en un país cuyo Derecho está debidamente asentado en Códigos y procedimientos, imaginar una encuesta para penalizar una conducta?
Personalmente creo una estupidez asumir como criterio de justicia la opinión de una multitud o de un grupo de enfoque. Es lo mismo, no vale, no se trata de un concurso de popularidad o una votación para la reina de la primavera o una candidata de Morena.
Y esa desconfianza la vengo cargando desde la lectura del Evangelio cuando se puso a consideración de la chusma la disyuntiva entre Jesús o Barrabás.
Pero sigo con el artículo:
“…También sería interesante saber qué opinaría la mayoría respecto a la tortura que recibió en las horas posteriores al magnicidio…” ¿Y por qué deberían opinar la mayoría o la minoría?
Cuando yo estuve con Mario Aburto jamás me dijo nada de “la tortura que recibió en las horas posteriores al magnicidio.”
Me dijo soy inocente, me dijo soy un chivo expiatorio; fue un agente de la CIA el criminal, pero no me dijo sí habló porque le apretaron el paquete testicular de modo asaz alevoso, ruin y prohibido. No sé si a él Aburto le haya dicho otra cosa, pero en el mundo de la delincuencia (matar es un delito; Aburto es un delincuente), la tortura es el recurso salvífico de todos los días.
Y ya para seguir con ese luminoso artículo:
“… Las horas posteriores al magnicidio…”
– ¿Cuál magnicidio?
Magnicidio, el intento de Ali Agka contra Juan Pablo II. Magnicidio el intento de la soldadesca cuando iba a matar a Benito Juárez y Guillermo Prieto les recordó el impedimento criminal de los valientes; magnicidio el de Julio César, pero Colosio no era –jurídicamente—nada parecido, ni un dirigente ni un gobernante, ni un monarca, ni un Mesías. Era un ciudadano en campaña.
Su asesinato no produjo ni siquiera una reacción popular como ocurrió en Colombia con “El bogotazo”, consecuencia directa del crimen contra Jorge Eliecer Gaitán, tan magistralmente descrita (perdón por la digresión), por Gabriel García Márquez en “Vivir para contarla”.
—“…Se jodió este país —me dijo—. Acaban de matar a Gaitán frente a El Gato Negro…”
Prosigo con la cita inicial:
“… La relevancia de un sondeo como el propuesto radicaría en conocer que tan justo o proporcional es el criterio dominante en la sociedad con respecto al castigo tolerable en contra de las personas imputadas…”
Primer punto. Al comienzo de la parrafada la encuesta es una pregunta. Ahora ya resulta una propuesta relevante. ¿Por fin? ¿Es una curiosidad o un planteamiento? O un planteamiento curioso. Nadie lo sabe. Ni el obnubilado redactor.
“…Que tan justo o proporcional es el criterio dominante en la sociedad respecto al castigo tolerable en contra de las personas imputadas…”
Pues la justicia depende del tribunal y la proporcionalidad de los códigos, no de la opinión social o el criterio dominante respecto de las penas.
El único criterio válido en este sentido se dio cuando en el gobierno de Vicente Fox, el Congreso eliminó de la Constitución y el Derecho Penal, (que nos rige, dicen algunos), la pena de muerte.
Lo demás es llevar agua al molino de quién sabe quién.