La majadería como estilo
Por Rafael Cardona
Posiblemente el cónsul adscrito de México en Shanghái, Díaz sí ha cometido peores errores. No sólo la catarata excrementicia de su coprolalia incontinente cuya excesiva dimensión, todos hemos visto, algunos con estupor; otros con vergüenza.
Su afán de explicar lo inexplicable y defender lo indefendible, tuvo –me refiero a la entrevista con José Cárdenas en “Radio Fórmula”–, un momento anticlimático en su fracasada justificación con los hechos cuya gravedad desestimó con el argumento de haber ocurrido merced a antecedentes comunes, según él y a pleito añejo con el cónsul. Miguel Ángel Isidro.
No tiene importancia, dijo –palabras más, palabras menos–, yo lo había mandado a chingar su madre desde el año pasado. Dos veces se ufanó de la tradición de mentar madres, “como hablamos los hombres”. Ahora la hombría se mide en mentadas por minuto.
La cosa ya sería seria sólo si nos atuviéramos a cuestiones indumentarias y de aseo personal. Es como ver al “Cavernario” Galindo de chofer en la ruta Pantitlán-Texcoco. Esa apariencia no combina con la imagen tradicional de un diplomático vestido con discreción. Y si se puede con corbata.
Quizá esto sea visto en la IV-T (a la cual este ejemplar sirve desde el ejemplo), como una frivolidad porque el hábito no hace al monje, pero si a esas vamos lo primero para ser torero, es parecerlo, como dijo “El guerra”.
Sin embargo, esta actitud de rescate retórico y defensivo ante cualquier embrollo es propia de los tiempos actuales.
Según el cónsul neolítico, lo grave fue haber difundido el video cuya leperada exhibe, no los hechos, a pesar de haber ocurrido todo en el espacio de una oficina pública, porque los consulados no son oficinas personales. Son territorio nacional en el extranjero, espacios de representación cultural y social de México.
Pero eso lo desconocen quienes los designan sin revisar antecedentes y conductas.
Quedan cada día más lejos los ejemplos de embajadores cuya labor honraba a la diplomacia mexicana. Don Manuel Tello (y su hijo del mismo nombre); Antonio Carrillo Flores, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Fuentes (a quien el barbaján cita fuera de contexto y con superficial lectura), Rafael de la Colina, Rafael Bernal, Jorge Castañeda de la Rosa, Emilio O. Rabasa, Ernesto Madero, Joaquín Bernal, Juan Pellicer, Rosario Green, Sergio González Gálvez, Roberto de Rosenzweig, Heriberto Galindo, Jesús Puente Leyva y muchos más a quienes tuve la fortuna de conocer y cuyos nombres harían demasiado prolija esta relación cuya injusticia sería mayor sin la mención de Bernardo Sepúlveda, Pedro González Rubio, Melba Pría y Eugenio Anguiano.
Ninguno de ellos se habría presentado al servicio diplomático con la indumentaria ruin de una fodonga camiseta de ventrudo taquero con sandalias e hirsuta pelambre facial.
Mientras tanto la IV-T sigue dando traspiés en su relación con el exterior.
Martí Batres honra (como si la ciudad fuera su feudo personal) a la señora Cristina Fernández y le entrega las llaves de la capital con la feble justificación de la vacua costumbre de hablar sin decir algo:
“(Con el mérito de) su lucha por la justicia con dimensión social y sus grandes aportes a la transformación de América Latina”. Pura lactancia.
Y mientras el evangelio mañanero jura no caer jamás en el feo vicio de reprimir a los manifestantes cuyo bloqueo carretero se prolongó por muchas horas, mantiene el apoyo dilatorio (junto con Brasil y Colombia), en favor del fraude y la represión feroz de Nicolás Maduro contra sus opositores, antes, durante y después del proceso electoral.
Más si todo eso no fuera poco, la futura gobernadora de esta CDMX, Clara Brugada se va de turista a Colombia, dizque para ver allá soluciones de transporte, como si el mundo subdesarrollado –Bogotá y Medellín–, fuera el mejor ejemplo para el otro polo del subdesarrollo. Mejores ejemplos hallaría en el desarrollado mundo allende el Caribe, pero allá no podría cerrar pactos ideológicos con la “Internacional Populista” a la cual pertenecen Petro (siempre anda medio Petro) y el resurgido Lula da Silva, maestro del “robaleo”.