noviembre 23, 2024

En estos días, en la dorada e irreversible era de la Cuarta Transformación y su ahorrativa vocación para contar los chiles, siempre y cuando los usen otros, vemos algunas institucioncitas ridículas e inservibles.

Por Rafael Cardona

Tal y como todos sabemos, la estupidez humana resulta infinita (yo incluido).

Pero cuando adquiere carta de naturalización en la República Burocrática de lo Inútil, convierte la lerdez neuronal en idiotez institucional; es decir, crea grandes aparatos administrativos para llenar el costoso talego de lo innecesario. 

Uno de esos casos está palmariamente presente en las futilidades sísmicas de un sistema de alertamiento cuya utilidad se le embarra al queso de tuna, como hemos visto tantas veces en ocasiones anteriores.

En estos días, en la dorada e irreversible era de la Cuarta Transformación y su ahorrativa vocación para contar los chiles, siempre y cuando los usen otros, vemos algunas institucioncitas ridículas e inservibles.

Una de ellas, al frente de todas las demás, es –obviamente– la Coordinación Nacional de Protección Civil, al frente de la cual está la señora Laura Velásquez cuya mayor aportación a la doctrina de perder el tiempo, es el simulacro sísmico republicano.

La babosada de los alertamientos falsos, como el del viernes pasado en la siempre asustadiza ciudad de México, la dejamos para el final.

Dice la señora Velásquez en una de sus inspiradas intervenciones públicas, ahora con motivo del “rescate” de cadáveres en la mina coahuilense del Pinabete: 

“…Hoy se cumplen dos años del lamentable accidente en el municipio de Sabinas, Coahuila, donde 10 trabajadores quedaron atrapados en la mina “El Pinabete”. Este incidente (¿?) fue causado por un avance no calculado en la extracción del mineral, lo que resultó en una inundación inesperada del pozo carbonífero (de seguro hay inundaciones esperadas, como dijo Noé).

“…Desde el 3 de agosto de 2022 han transcurrido 730 días de trabajo ininterrumpido y esfuerzos significativos en términos humanos, técnicos y económicos para recuperar a los mineros y brindar apoyo a sus familias, lo que demuestra el compromiso sin precedentes por parte del Gobierno de México”.

Lo extravagante de esta declaración consiste en su propia exaltación. Primero atribuir el “incidente” a otro “incidente” sin autoría ninguna. Un avance no calculado. Vaya pues.

Y lo otro, confundir la “protección civil” con la búsqueda de muertos. Si en verdad hubiera una sistemática labor de previsión, inspección y confirmación de condiciones de trabajo adecuadas cuyo rigor hiciera imposibles los “avances no calculados” y las consecuentes inundaciones fatales, no se llegaría a la patriótica búsqueda de cadáveres, como ocurrió también en Pasta de Conchos.

El comunicado alusivo, de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana es conmovedor tanto por su contundencia como por su modestia:

“…Ningún gobierno en el mundo registra una obra civil de estas dimensiones para brindar justicia social…” (Justicia post mortem, pero algo es algo)”.

Se refiere al tajo y el refuerzo de los taludes mineros, entre otras cosas. Y, claro, también a la ceremonia en honor a los trabajadores fallecidos, en la cual estuvieron presentes familiares y amigos de los desaparecidos.

Y eso, ningún gobierno en el mundo lo supera. Ni Namibia…

Como tampoco –en paralelo–, un Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (¿?), como parte del Sistema de Alerta Sísmica en la capital del país (¿¿??), cuyo ululato preventivo se activa… cuando no hay sismos, nada más explicaciones pueriles.

– ¿Sabe, señito?, es que nos equivocamos…

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