México-EU; amor de lejos
Por Rafael Cardona
La actual situación en cuanto a la diplomacia entre asociados (EU, Canadá y México) se puede definir de cualquier manera menos como normal. Quizá tampoco caiga en la pragmática definición de lo deseable.
Declarar y decretar una pausa entre embajadas; no entre gobiernos, circunstancia no incluida en ningún tratado diplomático no produce alteraciones profundas ni estructurales en las relaciones comerciales o políticas de fondo, a pesar del enrarecimiento del ambiente con una rabieta cuyo desplante no llega al paso definitivo es a fin de cuentas un juego de espejos. O de aquellos en “ejos”.
Si en el caso con España, cuando la pausa no era con la embajada sino con el gobierno del reino, no hubo consecuencias, ahora menos las habrá. Pero eso no quita lo audaz, ni lo ridículo, a fin de cuentas.
“…Ahí le andan buscando la forma, dándole la vuelta, se andan por las ramas diciendo:
‘No, es que como hay un tratado comercial nos podemos meter’ (con EU y Canadá).
“No, si el tratado no es para que nosotros cedamos nuestra soberanía, el tratado es comercial, es para tener una muy buena relación económica-comercial que nos conviene a las dos (tres) naciones, pero no es para que México se convierta en un apéndice, en una colonia, en un Estado asociado (como Puerto Rico).…”.
A final de cuentas todo esto no es sino un desplante. El embajador Ken Salazar pagará, el precio del desdén (ya lo congelaron como a Monreal) por contraste con su aparente obsequiosidad de los años recientes cuando el sombrero texano ya era parte del paisaje del Palacio Nacional, a donde acudía con tanta frecuencia como para producirle señalamientos del Departamento de Estado, filtrado a la “gran prensa americana”.
En julio de 2022 esto se decía:
“…De acuerdo con información publicada por The New York Times.
Funcionarios (del SD), quienes no fueron identificados por el diario estadounidense, (dicen que) existe la “creciente preocupación de que el embajador haya comprometido los intereses estadounidenses” a la hora de acercarse al mandatario mexicano.
“Incluso, aseguran que el “enfoque blando” del diplomático no ha ayudado a obtener apoyos en favor del presidente Joe Biden…”.
El llamado enfoque blando no impidió la opinión del gobierno estadounidense, de cuyo contenido y tono Salazar no es sino un altoparlante. No se trata de una opinión del embajador, se trata de un diplomático cuya voz transmite una tesis de su país. Para eso son los embajadores.
Por eso el gobierno americano lo sostiene y lo mantiene.
Y por eso también resulta absurdo insistir en la división embajada-gobierno. Quien riñe con un embajador, pelea contra un gobierno, aunque la secretaria de Relaciones Exteriores, la señora Bárcena nos regale esta “cantinflada” sublime: “Nuestra relación de amigos sigue fluida y normal”.
Pues no, porque si un embajador no tiene acceso al jefe de Estado con quien durante meses jugaba hasta a la matatena, las cosas se han salido de la normalidad.
“…. (Interrogado sobre si hablaría con KS), es que diálogo siempre debe de haber, el asunto es que los temas relacionados con México pues nos corresponden a nosotros. No pueden venir extranjeros, ningún gobierno extranjero a tratar asuntos que sólo corresponden a los mexicanos, es un principio básico de independencia, de soberanía. Es como si yo pido ir a Washington a dialogar sobre la venta de armamentos para hacer la guerra en el mundo; qué me tengo yo que meter…”.
Y sin embargo se metieron. ¿O no fue eso la múltiple demanda del canciller de entonces, Marcelo Ebrard contra los fabricantes de armas en Estados Unidos, ante las Cortes de ese país?
¿O a poco no es una intromisión en tiempos electorales decirles a los votantes americanos, no sufraguen en favor de quienes están en contra de la migración o de esto o de aquello…?